Como todos los domingos y desde muy temprano, la calle Tristán Narvaja se viste de feriantes, artesanos y coleccionistas de objetos que en un ritual colectivo, se preparan para recibir a cientos de visitantes y curiosos. Es un paseo que atrae a montevideanos y turistas por igual, cuya rareza le confiere un valor propio y distintivo. Para muchos es el callejeo esperado de todos los fines de semana; para otros una simple vuelta ocasional que despierta el interés de quién la transita.
Como el «Cambalache» de Santos Discépolo, así es la feria de Tristán Narvaja - un tanto estrafalaria y bizarra - en dónde es posible encontrar los objetos más insólitos e inverosímiles que se pueda uno imaginar. Por momentos es un viaje al pasado, en donde nada tiene valor, hasta tanto haya alguien que quiera comprarlo. Comenzó siendo una feria de frutas y verduras – a principios del siglo XX – pero con el correr del tiempo se transformó en lo que se conoce hoy como «mercado de pulgas».

Hoy la feria de Tristán Narvaja ya no es la de aquellos primeros años.......
Allí sobre la Avenida 18 de Julio, está sentado - sobre sucios cartones - un ciego y abatido viejo entregado a la pasión de su bandoneón. Los cachorros de perro, peces de agua fría y tortugas marinas en extinción, se combinan con las plantas y flores de estación que llenan de color la gris vereda de todos los días.
Los puestos de frutas y verduras sobre Tristán Narvaja, dan la bienvenida a un mercado que poco a poco se desnuda ante la mirada de lugareños y viajeros. Las zapatillas de dulce de leche o las galletas de campaña, dejan paso al puesto que vende sin incomodarse burdas copias de CD ́s originales. Las remeras con las imágenes de los Beatles y del Che Guevara cuelgan a lo largo de un viejo portón de madera y unos pocos metros más adelante se pueden comprar nueces pe- can, almendras, pasas de uvas y ciruelas al peso.
Una parada que no pasa desapercibida frente al bar de la calle Colonia y Tristán Narvaja es la del puesto de gallinas, patos, cotorras, canarios y conejos. Las jaulas apiladas unas arriba de las otras, provocan una atracción visual y sonora difícil de ser eludida aún por los menos «bicheros».
En la esquina de Tristán Narvaja y Uruguay está la librería «Ilion» que despliega un arsenal de libros de otra época como "El alemán" de Jon Latimer o la "Batalla por Roma 1944" de Lloyd Clark. Un gato gris, con ojos atentos y profundos, salta de libro en libro en un juego de rayuela que dispara la atención de todo aquél que se detiene frente a la vidriera.
A pocos pasos de esta librería y de los inciensos y gorros que Elena vende, está el puesto de las estampitas y los llamadores de ángeles. San Cayetano y la virgen milagrosa se suman a la oferta «espiritual», que para muchos forma parte del pan de cada día.
El sonido de un grupo de tamborileras altera por unos minutos el deambular de los visitantes, que detienen su marcha y se abren paso ante el repique de los tamboriles.
Los objetos del pasado recobran vigencia en la memoria de los tantos uruguayos y extranjeros que recorren la feria. Discos de vinilo de Roberto Carlos, Neil Sedaka y Donato Raccalatti se exponen en prolijos cajones de plástico, la biografía de Greta Garbo, un vetusto casco de guerra, anti- guas monedas, viejas botellas de leche, retratos sin nombre, platería fina y un desgastado libro de Goethe conviven pacíficamente en la diversidad.
El olor a marihuana se mezcla con el barniz de la madera y de los inciensos de artesanos hippies y pelo rasta que no pasan desadvertidos. Bien cerca del puesto de las tortas fritas están los canastos de mimbre y las telas de tapizados junto a las artesanías de campo. Un vendedor ambulante carga una pesada bandeja de madera ofreciendo batatas fritas y pasteles dulces a todo aquél que se le cruza.
El apacible paseo de las primeras horas de la maña- na da paso a un intenso calor de verano. Las calles se abarrotan de gente y el sudor mundano comienza a sentirse. Los ladrones y oportunistas – conocedores de la feria - comienzan su «trabajo» sin interferir, ni perturbar el devenir de distraídos y confiados visitantes.
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